Para transmitir un texto en otro idioma hay que traducirlo, pero no basta con eso. Cuando la intención del original se pierde si solo trasladamos las palabras al nuevo idioma, nuestra función es sacar la artillería pesada. Podemos recurrir a la transcreación : tomar el original como una referencia y crear un texto que surta el mismo efecto, pero con otras palabras; o podemos recurrir a la localización.
Localización vs. traducción
La diferencia fundamental entre la traducción y la localización es que la traducción se ocupa de cuestiones meramente lingüísticas, mientras que la localización aborda las cuestiones culturales del texto.
Por ejemplo, imagina que vamos a traducir una noticia de un medio español sobre un incendio en Australia que se va a publicar en un medio estadounidense. En la noticia nos encontramos con que el fuego ha arrasado «25 hectáreas, casi 18 campos de fútbol como el Santiago Bernabéu». La traducción se limitaría a transmitir los datos en el idioma de destino. Sin embargo, la localización tendría en cuenta las diferencias culturales que existen entre los lectores españoles y los estadounidenses. Los primeros usan el sistema métrico y se pueden imaginar, con mayor o menor dificultad, el espacio que ocupan casi 18 estadios como el Santiago Bernabéu. Los segundos solo se entenderán que se ha quemado algo. De esta forma, la localización detecta que puede haber un problema de comprensión en la traducción y ofrece una alternativa.
Localizar es más que traducir palabras
Sin embargo, la localización no adapta solo el contenido textual del mensaje. También adapta el formato, ya que puede jugar un papel muy importante. En el sector de la traducción se suele poner el siguiente ejemplo, que podría ser una leyenda urbana, pero ilustra a la perfección lo que estamos hablando.
Un anuncio de detergente con tres viñetas. En la primera, la ropa sucia; en la segunda, añadimos el detergente milagroso; en la tercera, sacamos la ropa reluciente de la lavadora. Pues bien, esta campaña publicitaria tendrá que invertir el orden de las viñetas si el objetivo es vender el detergente en países árabes. El motivo es que el árabe se lee de derecha a izquierda, y si no localizamos nuestro anuncio, daremos la idea de que si usas el producto llenarás la ropa de manchas que antes no tenía.
Localización en un mismo idioma
Hasta ahora hemos visto ejemplos en los que la localización adapta textos en otros idiomas, pero la localización puede ocurrir entre textos en el mismo idioma. Al fin y al cabo, la localización trata que el mensaje sea natural para el público al que va dirigido, y nosotros, como españoles, somos muy conscientes de que existen comunidades que comparten el idioma, pero con sus propias particularidades.
Podríamos poner como ejemplo una novela de literatura juvenil que se ha escrito en España y se quiere distribuir en Argentina. Si la protagonista se tutea con sus amigos, en la versión localizada deberá usar el voseo. Y a su amiga Concha será mejor cambiarle el nombre por Carmen o cualquier otro que no tenga una connotación sexual.
En definitiva, la localización podría definirse, entre nosotros, como «ese poquito más» que hay que añadir a una traducción para que el papel del traductor quede en un segundo plano. De esta forma, el texto meta resultará natural en el entorno local en el que se distribuye y surtirá el mismo efecto que pretendía el texto original.
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