Así es: ¡los idiomas nos emocionan!
Del mismo modo que un color, un olor o una melodía puede afectar a nuestro estado de ánimo, está demostrado que los idiomas pueden estimularnos y resonar en nuestro interior. La entonación, el ritmo y el significado de las palabras en uno u otro idioma están íntimamente relacionados con las emociones que sentimos al escucharlas. Quizá esto te resulte familiar: si estás acostumbrado a escuchar música en un idioma, pongamos, en inglés, y suena una canción que te gusta (aunque no entiendas ni la mitad de lo que dice), al escuchar esa misma canción en francés o incluso en castellano, podría no gustarte.
El idioma, en particular, la lengua materna, afecta en la forma en que pensamos, experimentamos las emociones y ordenamos nuestros recuerdos. En un niño bilingüe, la lengua que hablen sus padres y las circunstancias en las que la usen puede influir en la forma en la que expresará sus emociones. Te ponemos un ejemplo: no importa dónde estemos ni cuántos idiomas hablemos. Cuando nos enfadamos y el tono de una conversación pasa de ser lineal a emocional, cambiamos a nuestra lengua materna.
Para terminar, os dejamos un dato que nos ha parecido interesante: un estudio reciente de la Universitat Pompeu Fabra demuestra que incluso nuestras decisiones se ven afectadas por la lengua en que se nos presenta un conflicto. En él se afirma que las decisiones que tomamos en una segunda lengua son más automáticas y racionales, ya que la carga emocional disminuye. ¡Si es que las maravillas de los idiomas nunca dejan de sorprendernos!
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